IMÂM ‘ALÎ IBN MÛSÂ AR-RIDÂ

EL OCTAVO DE LOS INMACULADOS IMÂMES

(La paz sea con él)

Equipo de escritores de la Fundación Dar Rah-e Haqq

Traducción del persa: Martha Golzar y Rahmatul.lah Golzar

La Asamblea Mundial de Ahl-ul Bayt (a.s.)

C O N T E N I D O

INTRODUCCIÓN

SU NACIMIENTO Y NOMBRAMIENTO

MORAL Y CONDUCTA DEL IMÂM

POSICIÓN QUE OCUPABA EL IMÂM ANTE LOS CALIFAS DE SU ÉPOCA

El Imâm durante el califato de Hârûn

El Imâm en la época de Amîn

El Imâm en la época de Al-Ma’mûn

Nombramiento del Imâm como sucesor del Califato

DE MEDINA HACIA MARV

El Imâm en la Ciudad de Nishapur

LA PROPUESTA DE AL-MA’MÛN Y LA OPOSICIÓN DEL IMÂM

EL NOMBRAMIENTO DEL IMÂM Y LA CELEBRACIÓN DEL ‘ID AL-FITR

La fiesta del nombramiento del Imâm como sucesor del Califato

La celebración de la oración del 'Id Al-Fitr

POLÉMICAS Y DEBATES

EL MARTIRIO DEL IMÂM

ALGUNAS DE LAS SABIAS PALABRAS DEL IMÂM

RESPUESTAS DEL IMÂM A UNAS CUANTAS
PREGUNTAS

INTRODUCCIÓN

El Sol del Imâmato se presenta en cada uno de los doce Inmaculados Imâmes con una luminosidad diferente; pero por cualquier punto cardinal que rompa el alba, su luminosidad y claridad, atrae la atención de las miradas. Su calor y resplandor ofrecen vida y dan existencia. Desde las púas de los matorrales del desierto, hasta los altos árboles de los verdes jardines, todas y todos necesitan de su luminosidad y calor. Ninguna hoja puede subsistir sin la calidez de sus rayos, y ninguna rama da fruto sin haber aprovechado de la misericordia de su esplendor… Así es, si nuestro Mundo careciese de esta luz, decaería.

Para la continuación de la existencia del Islam y los musulmanes, el liderazgo de nuestros Inmaculados Imâmes se asemeja al Sol, a su luz y calor. Tomando en cuenta las condiciones y exigencias especiales de la época en que vivieron estos grandes hombres, y las diferentes situaciones en las que se encontraron, ellos iluminaban, guiaban y educaban a sus seguidores, sobresaliendo cada uno de ellos en su época de una u otra forma. Y fue así como algunos en el campo de batalla llevaron a cabo una epopeya e hicieron llegar su mensaje al mundo entero a través de su sangre; otros se esforzaron sobre las tribunas para difundir la ciencia y sabiduría, y otros soportando las cadenas y prisión, o se enfrentaron a los rebeldes y arrogantes, etc. Eran como el Sol que iluminaba a la gente y se dedicaban a despertar e instruir a los verdaderos musulmanes. Sin duda para aquellos que entienden, es evidente que todos ellos perseguían un mismo propósito, y su intención era: “Dios”, y su camino: “expandir Su religión, difundir Su Libro y educar a Sus siervos”.

Así es, nuestros Inmaculados Imâmes, por su alta jerarquía de pureza y liderazgo tan particular en ellos, y por la ciencia y sabiduría que es propia de un Imâm y favor de Dios, y según lo dispuesto por el Todopoderoso para las necesidades especiales de sus épocas, eran –entre los demás– los más aptos en cuanto a la forma de gobernar en cualquier tiempo. Este asunto no puede negarse ni ocultarse y queda perfectamente claro para todos aquellos que creen en el verdadero y auténtico Islam, y que Dios es el único que elige al Imâm, argumento que fue anunciado así por el Profeta del Islam en el suceso de Al-Gadîr. La historia de la vida de nuestros Inmaculados Imâmes está colmada de ejemplos de la erudición y visión que poseían estos grandes personajes.

Fue por ese profundo conocimiento respecto a todo lo relacionado con la sociedad y con su época, por la noción de éstos tocante a la creación del Universo, y por su sabiduría respecto a lo que sucederá hasta el día del Juicio Final, que nuestros Imâmes con su delicada actitud, encontraron la mejor forma para enfrentarse a los problemas de su tiempo y para cumplir los objetivos Divinos.

Como ejemplo es muy interesante observar cómo el Imâm ‘Alî Ibn Mûsâ Ar-Rida (P) después de su padre y durante el gobierno de Hârûn Ar-Rashîd (169-193 H.L./786-809 d.C.), sin disimular se presentó a sí mismo y difundió el imâmato, mientras que sus compañeros cercanos temían que fuese asesinado. Y este gran hombre decía abiertamente:

“Si Abû Ÿahl pudo quitar un cabello de la cabeza del Profeta, Hârûn también podrá lastimarme a mí”.

O sea, el Imâm estaba completamente consciente de que su imâmato no podía ser dañado por las intrigas de Hârûn y sabía que todavía le quedaban años de vida. Si ponemos atención en esta sabiduría, nos daremos cuenta de qué tan sutilmente actuaban estas grandes personalidades.

El octavo de nuestros Inmaculados Imâmes, ‘Alî Ibn Mûsâ Ar-Rida (P), vivió en la época en la que el infame gobierno Abbasí se encontraba en su culminación, y Hârûn Ar-Rashîd y Al-Ma’mûn fueron los gobernadores más sobresalientes de la dinastía de los Banî ‘Abbas. Por otra parte, la política llena de falsedad y engaños que llevaban los abbasíes en cuanto a los Imâmes –especialmente desde el liderazgo del Imâm Ar-Rida (P) en adelante–, estaba acompañada de hipocresía y simulación. A pesar de que los abasíes se encontraban sedientos de la sangre de los Imâmes, para protegerse del levantamiento de los seguidores de ‘Alî –alíes– y atraer los corazones de los shiítas y los iraníes, trataron de aparentar que mantenían una cercana y buena relación con la familia de ‘Alî (P), y salvaguardarse por medio de este comportamiento. Durante el gobierno de Al-Ma’mûn podemos observar abiertamente esta sucia política.

El Imâm Ar-Rida (P) actuó con delicadeza ante esta engañosa táctica de Al-Ma’mûn, evitando que éste llegara a su propósito, despertando a la sociedad islámica y dilucidando para los musulmanes que el verdadero gobierno es únicamente el determinado por parte de Dios, el anunciado por el Profeta y el entregado a los Imâmes, y no hay nadie más apto que ellos para este cargo.

Si ponemos atención –tal y como ya lo mencionamos en la vida de los Imâmes anteriores–, observaremos como los Califas omeyas y abbasíes mantenían a los Imâmes bajo una fuerte custodia, evitando que la comunidad islámica tuviese contacto con ellos, para que de esta forma quedasen incógnitos ante la gente. Fue por ello que, cuando alguno de los Imâmes comenzaba a ser famoso en alguna región islámica, era asesinado o envenenado por orden del califa de su tiempo. No obstante, a pesar de que por una parte el Imâm Ar-Rida (P) se vio obligado a aceptar ser el sucesor del califato después de Al-Ma’mûn, y por otra lo aceptó bajo la condición de no tener ninguna intervención en éste –acto que significa el rechazo del mismo–, y al mismo tiempo la divulgación de este suceso tanto en las tierras cercanas como lejanas del Islam, de que Al-Ma’mûn había admitido el imâmato de Imâm Ar-Rida (P), y de que el Imâm era el más apto para el califato, que Al-Ma’mûn le había solicitado que aceptase el califato y él lo había rechazado, y que fue por la insistencia de Al-Ma’mûn que el Imâm aceptó ser el sucesor pero con determinadas condiciones, todo esto finiquitó en beneficio del Imâm y en contra de la política de los califas.

Es muy sutil comparar este suceso con el suceso de la “Asamblea Forzada” por parte del segundo califa, ‘Umar, y la participación de ‘Alî (P) en esa Asamblea: y casualmente el Imâm Ar-Rida (P) apuntó en forma similar, a estos dos sucesos.

Cuando ‘Umar estaba por morir ordenó que después de él se llevase a cabo una Asamblea con la participación de ‘Uzman, Talhah, ‘Abdur Rahmân Ibn ‘Uf, Sa’d Ibn Abî Waqâs, Zubaîr y ‘Alî el Amir de los Creyentes (P), y estos seis deberían escoger a un califa de entre ellos y aquél que se opusiese, debía ser asesinado. El plan se había programado de tal forma para privar a ‘Alî (P) del califato, ya que todos ellos sabían perfectamente que ese cargo era derecho de ‘Alî (P), y que él se opondría a que alguien más, fuera de él, fuese nombrado califa y de esta forma sería muerto, y su muerte sería consentida como un acto legal.

Algunos de los cercanos a ‘Alî (P) le preguntaron: “¿Por qué participas en esa Asamblea a pesar de que sabes que no os entregará el califato?”

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