Los aportes del Islam a la humanidad (I)

Un vistazo general a los aportes del Islam desde sus inicios hasta la época

Por el Profesor Abdul Husein Zarrinkub

Los aportes del Islam son un luminoso capítulo en la historia de la humanidad, no solo por la grandeza de los musulmanes al crear una cultura universal, sino por lograr un grupo de victorias que les ayudó en su momento a constituir un nuevo mundo más allá del Oriente y del Occidente; el gran territorio del Islam.

Aunque estas victorias fueron obtenidas por medio de conflictos bélicos, la difusión del Islam en los pueblos conquistados no fue con el uso de la fuerza, especialmente en las regiones cuyos habitantes desde el punto de vista del Islam, eran de la “Gente de la Escritura”, entiéndase —judíos, cristianos, zoroastrianos y sabeos— y por tanto del mismo legado espiritual. Con relación a los judíos y cristianos, evidentemente su lugar estaba entre la Gente de la Escritura, sin embargo, con relación a los zoroastrianos existían sus dudas, pero por los textos de jurisprudencia islámica fueron tratados como la Gente de la Escritura. Posteriormente los paganos, así como hindúes y tibetanos (budistas), pudieron quedarse en el territorio del Islam en paz y libertad pagando solo un impuesto religioso —yizia[1]— y siendo tratados de igual modo que los zoroastrianos —mayuz—. Los sabeos que formaron parte de la Gente de la Escritura, aparentemente eran seguidores del profeta Juan el Bautista (P)[2] —hijo de Zacarías (P) — y poseían su propio libro sagrado (el Ginza Raba o El Gran Tesoro). Pero al principio del periodo de los abasíes, la comunidad de habitantes de Harran —los griegos de Irak— fue llamada con el mismo término de sabeos, logrando de esta forma ser integrados en un sistema de protección (dhimma)[3] de los musulmanes.

En realidad la Gente de la Escritura no fue forzada a aceptar el Islam, los judíos, por ejemplo, tuvieron mejores condiciones de vida y gozaron de mayor tranquilidad en los territorios islámicos que en territorios de los cristianos. Por otro lado los cristianos del Oriente —nestorianos y jacobinos, entre otros— vivían con mayor libertad en el ámbito islámico que en el de Roma, y en el caso de los zoroastrianos o mazdeos, lo que pagaban de impuesto a los musulmanes era mucho más liviano económicamente con respecto al tributo que anteriormente pagaban a sus antiguos gobiernos —sasánidas—. En este concepto cabe destacar que los medios fundamentales para inclinar a estos pueblos hacia el Islam fueron : El tener participación en ese orden social, la adquisición de privilegios sociales a partir del momento en el que abrazaban el Islam, y ser testigos de los triunfos de los musulmanes sobre el gobierno zoroastriano y el cristiano, elemento que daban a entender la voluntad divina de estos acontecimientos —especialmente para los cristiano que siempre esperaron signos milagrosos que los protegieran de sus enemigos—. La simpleza y evidencia de la doctrina del Islam, así como su coexistencia con las creencias de la Gente de la Escritura, fue también uno de los aspectos que llamó la atención hacia el Islam. Sin embargo, se conoce que algunos de los califas utilizaron la violencia contra ellos, impidiendo la renovación de sus templos, no permitiendo la ocupación de cargos importantes, obligándolos a vestir ropas distintivas e incluso forzándolos a abrazar el Islam, sin pasar por alto que algunos del populacho se dedicaban de vez en cuando a molestarlos. Pero estas situaciones sucedían sin sistematicidad y aisladamente. A pesar de todo la Gente de la Escritura vivía en paz y plena tranquilidad en el territorio islámico. El Islam, en resumen, poco a poco se difundía y era aceptado en las tierras conquistadas, pero no por la opresión o la imposición, sino por las mejoras sociales que otorgaba y el progreso militar demostrado de los árabes.

Estos progresos militares posteriores a las guerras del Profeta (PB), tomaron mayor fuerza en la época de los primeros califas. La motivación de los árabes en este asunto, probablemente fue en primer lugar la esperanza de obtener un botín de guerra. Pero la recompensa en el más allá —y aquí el concepto de yihad está incluido— tuvo un mayor peso de motivación. Las victorias de los musulmanes continuaron en la conquista de Irak y con la salida de Siria y Egipto del dominio de Bizancio. Los omeyas y los abasíes quienes gobernaron tras los primeros califas, continuaron estas conquistas. Pasadas las guerras del Profeta (PB) y luego de su fallecimiento, de forma inmediata con el califato de Abu Bakr se inició el plan de conquistas con la ofensiva a los árabes apóstatas —ahlu-l- ridda, los cuales se negaban al pago religioso zakat. Cuando los musulmanes tomaron Siria y Palestina, el imperio Bizantino dejó esta región para siempre, pero sus palabras de despedida al dejar Siria —literalmente “Suzi suri”—[4] quedaron en la historia como testimonio de la nostalgia de Occidente por las tierras del Oriente. El emperador de Bizancio dijo al regreso de Siria con tristeza: “Tú eres una buena tierra, pero para el enemigo”.

Estaba destinado que el Islam reinara en este territorio amado de Roma Oriental y cerca de un siglo. Umar, cuando se sentó en el trono de Abu Bakr, envió a Sa’d Abi Waqqas al territorio de Irak y en un corto tiempo tuvo éxito en la conquista de Ctesifonte[5], y posteriormente los árabes tomaron a Persia, Jurasán[6] y Transoxiana[7]. Estas victorias increíbles —las cuales fueron interpretadas como determinación divina o milagro islámico— fueron posibles en todos los territorios de Irán y Bizancio, donde las masas populares les dieron la bienvenida a los triunfadores. Si la mayoría del pueblo hubiese considerado a los invasores como enemigos, la victoria de estos no hubiera sido fácil.[8] Los bizantinos fueron más odiados en Egipto que en Siria, ésta fue la razón por la que fueron suficientes solo diez mil soldados musulmanes para liberar al Bajo Egipto de las manos de los bizantinos. Aunque, algunas ciudades que se resistieron no pudieron soportar más de uno o dos años. De esta forma, aún no había pasado un cuarto de siglo desde la Emigración[9] del Profeta (PB) para que fuera conquistada la península árabe, y se extendiera el nuevo dominio desde Ctesifonte sasánida hasta la Alejandría bizantina. Todos eran parte del gran territorio del Islam donde el llamado a la oración —adhán—, daba testimonio de la unicidad divina y la profecía de Muhammad (PB).

El califato de los dos sheijes (Abu Bakr y Umar) sin considerar el origen de su legitimidad, la cual desde el principio dio lugar a duda y a la diferencia entre algunos compañeros del Profeta (PB), era una especie de gobierno divino (teocracia), cuya paz y guerra se basaban según la orden de Dios —el mandato del Corán y la Tradición profética—. Además, considerando la insatisfacción del pequeño grupo de los seguidores de Ahlul Bait —la Gente de la Casa del Profeta (PB) —, los ansar[10] de Medina permanecieron unidos con el mismo fervor e interés en la unidad que tenían en la época del Profeta (PB). Pero tras el asesinato de Umar, un consejo de seis personas llevó a Uzmán ibn Afan al trono del califato, que gracias a su debilidad y a su poco poder de mando, pasó el poder a las manos de omeyas —enemigos históricos del Profeta (PB) —, y de esta manera el dominio de Quraish de Meca desilucionó a los ansar de Medina, dejandolos desanimados e insatisfechos, —al igual que el resto de los musulmanes—.

La política interna de Uzmán, durante doce años causó una fuerte rebeldía, lo que finalmente ocasionó su asesinato. El corto período que duró el califato de Ali (P)[11] también transcurrió entre batallas contra los rebeldes, lo que ocasionó su asesinato y martirio a mano de uno de los jariyíes[12] y el califato llegó a las manos de Muawia —hijo de Abu Sufyan, quien se había enfrentado al Profeta (PB) desde el principio hasta la conquista de Meca por los musulmanes—. A partir de Muawia, el califato se volvió monárquico y Damasco pasó a ser su centro de gobierno. Así el califato islámico, donde todas las fuerzas provienen de parte Dios, se puso en mano de una familia que no había abrazado el Islam voluntariamente, incluso en la época del Profeta (PB) habían batallado en su contra hasta el último aliento.

Los omeyas no veían en la conquista más que un medio para ampliar el territorio y sus riquezas, mientras los musulmanes —tropas leales del Islam— la seguían considerando como un medio para la difusión del Islam. En los territorios conquistados por los árabes, como en Persia, la política de los omeyas causó insatisfacción a los nuevos musulmanes iraníes de modo que finalmente los jurasanies, quienes eran partidarios de los abasíes, hicieron caer a los omeyas.

El califato abasí también fue un tipo de monarquía, con la excepción que en los inicios su trono estuvo en manos de los iraníes (persas) y no lo de los árabes, además, su centro de poder fue a parar a Irak y su majestuosa ciudad, Bagdad, cerca de Ctesifonte, la capital antigua de los sasánidas.

Esta ciudad que se construyó en la época de Mansur Dawaniqi —uno de los califas abasíes— tomó su fama y grandeza especialmente en el periodo de Harun, quien junto con su esposa —Zubaida— y su ministro —Yafar Barmaki— fueron personajes de muchos cuentos fantásticos de “Las Mil y Una Noches”.

El palacio de Harun era frecuentado tanto por poetas, cantantes, declamadores y músicos, como por traductores, astrólogos y médicos. También sus hijos, Ma’mun y Mutasim, continuaron agregando splendor y grandeza a través de la fundación de baitul hikmat (casa de sabiduría) e invitación de traductores y cantidades de sabios y realizando reuniones científicas con la presencia de eruditos y mutazilitas, y de esta forma Harun y sus hijos convirtieron a Bagdad en una referencia de la civilización y cultura de Oriente.

En la segunda década de la hégira lunar, Harun ar-Rashid no tenía rival a nivel cultural en todo Occidente, excepto a Carlos Francés, pero era mucho más culto y grande en celebridad que su homólogo occidental.[13] A pesar de esto, el califa envió regalos al monarca europeo para manifestarle su afecto y de forma indirecta tenerlo de aliado contra los enemigos de su califato —Bizancio y Andalucía— especialmente contra los omeyas de Andalucía.

Ciertamente los omeyas de Andalucía desde mucho antes habían logrado su independencia del resto del mundo islámico. Andalucía había sido conquistada en la época de califato de los omeyas por Walid Ibn Abdul-Malik que gobernó en ella, pero cuando los abasíes, por medio de una rebelión, le arrebataron el califato, uno de los omeyas llamado Abdur-Rahman se fue hacia Andalucía y separó a este territorio del califato abasí. Sus descendientes formaron el califato omeya de Andalucía, quienes por el gran interés que mostraron por la sabiduría y el conocimiento, convirtieron a Córdoba en la cuna de la civilización y cultura del Occidente, al igual que Bagdad en el Oriente.

Con el dominio de los turcos en los cargos oficiales del califato de Bagdad, desde el período del califa abasí, Mutawakkil, en adelante esta ciudad perdió su fuerza y gloria y así empezó la división del califato y luego se levantaron las banderas de la rebeldía e independencias locales. Durante estos sucesos, los tahiridas dominaron a Jurasán, y los tuluníes a Egipto. En un corto tiempo los saffarías, samánidas, ziyáridas y búyidas tomaron a Jurasán, Persia e Irak como sus campos de disputas y control. Fue así como Egipto estuvo en manos de los Tuluníes y los ijsidas recíprocamente, hasta que finalmente los fatimíes tomaron el poder y estos establecieron un califato de shias ismailíes. No pasó mucho tiempo para que el mundo del Islam fuera dirigido por tres califatos a la vez; los abasíes en Bagdad, los fatimíes en Egipto y los omeyas en Andalucía.

Cuando la debilidad de los califas de Andalucía causó la Muluk at-tawaifi —un estilo de feudalismo—y por otro lado los reyes de los búyidas, los gaznávidas y los qarajanidas habían dividido el oriente del califato, aunque los fatimíes en Egipto habían aumentado sus fuerzas, pero sus instigaciones en Palestina le dio pretexto a los cristianos del Occidente en lanzarse a una gran guerra – las Cruzadas.

Se argumenta que las Cruzadas (1096 – 1291), choque bélico entre el Oriente y el Occidente, tenían como objetivo recuperar el “Santo Sepulcro” de la mano de los musulmanes, pero la verdadera razón fue poner en acción una invasión para el dominio del Oriente por Occidente, dando continuidad a un conflicto entre civilizaciones que ha acontecido a lo largo de la historia.

Este enfrentamiento entre el Occidente y el Oriente tiene tantos antecedentes que Herodoto empezaba su explicación de la historia con la razón del mismo. Las guerras de Troya, el escenario de discrepancias entre Irán (Persia) y Grecia antigua y los campos de disputas entre Irán y Roma, integran las diversas etapas de este largo conflicto. Estos conflictos permanentes entre Oriente y Occidente parecen una especie de compulsión de la historia (yabre tarikh) o bien un decreto inevitable que siguen todavía vigentes hoy en día.[14]

Cuando la mal programada exploración de Cristóbal Colón le llevó de Europa a través del Océano Atlántico, ya los orientales habían llegado al mar de India y al Océano Pacífico, pero el antiguo enfrentamiento permaneció entre ellos, siendo así la conquista del Nuevo Mundo una invasión invisible del Occidente al Oriente.

 El pretexto expuesto para iniciar las Cruzadas fue la protección del Santo Sepulcro, siendo la dominación de Oriente la verdadera razón para la misma. La exaltación religiosa de los cruzados, encendida por el estimulante discurso del Papa Urbano II en la ciudad Clermont de Francia (1095), llevó a los campesinos y habitantes de las urbes a ocho largas guerras durante casi dos siglos, logrando abundantes pérdidas humanas y materiales. Incluso cuando los fervorosos niños cristianos europeos hicieron la llamada “Cruzada de los niños” que los llevaba de Marsella en Francia hacia el Santo Sepulcro, solo lograron que por el camino murieran o fuesen hechos prisioneros. Fue así como el fervor sagrado que caracterizaba a los inicios de la Cruzada, entre la mayoría de comandantes y príncipes europeos se fue tornando en una locura desmedida de la invasión y la codicia.

La Fundac-ón de un imperio latino en corto tiempo, que incentivó los saqueos a los árabes y musulmanes —algo que recuerda el establecimiento del gobierno de Israel—, así como también la invasión a Bizancio (un estado cristiano como ellos) y la violencia cruel sin precedente hacia los habitantes y refugiados en los territorios conquistados, oscurece los aportes de los líderes cristianos y muestra claramente que los occidentales en este escenario fueron sanguinarios, no solo en el saqueo a los musulmanes, sino también en la invasión a los territorios cristianos del Oriente —Bizancio—. A pesar de todo, los cruzados, aunque no obtuvieron nada en el aspecto material, desde el punto de vista espiritual, por su acercamiento a la cultura y la civilización islámica, tomaron mucho del aroma de Oriente, lo que compensó parte de sus muertos y pérdidas.

Considerando las semejanzas que todavía existen en esta aventura de Oriente y Occidente del pasado y del presente, ¿Qué historiador no podrá pensar que la historia no es sino un eterno retorno?

Durante estas guerras, especialmente Nurud-Din Zangi[15] y Saladino (Salahud-Din Ayyubi)[16], sultanes de Siria y Egipto, defendieron valientemente los territorios invadidos y los nizaríes ismaelitas sembraron el temor y horror en los corazones de los cruzados. A lo largo de estas guerras el Imperio selyúcida se dividió y declinó, por otro lado la invasión Mongola extirpó a la dinastía jorezmitas, y a la mayoría de los gobiernos de oriente Islámico poniendo a otros bajo su dominio, e incluso con la toma de Bagdad por Hulagu Khan Mongol se puso fin al califato abasí (656 H. L.).

Dos siglos después, mientras Constantinopla (capital antigua de Bizancio) estaba en manos de los turcos otomanos, España había salido de las manos de los musulmanes. El dominio de los turcos otomanos sobre Bizancio (1453 d. C.) trajo una transformación para Europa y aunque formó un imperio islámico, no pudo vivificar la tradición del califato. La división del territorio del Oriente, desde la época selyúcida, aumentó los ataques de los mongoles y los tártaros, y la tiranía y opresión como su resultado. La mayor tragedia se vio en la economía de los musulmanes, por lo que disminuyeron sus relaciones con la ciencia y la cultura. Ni el imperio otomano, quien amenazó incluso a Viena en el mismo centro de Europa, pudo salvar el territorio islámico de la inmovilidad causada por el deterioro de las estructuras económicas, ni tampoco lo pudo salvar el establecimiento de la dinastía safávidas, cuya inspiración militar fue una renovación del pacto con —lo que era ante la Shia— la verdad del Islam.

Tampoco en la India los sultanes mamelucos y taglaqes mostraron tanto interés hacia la cultura y civilización del Islam, ni el Gran Mongol –a pesar de que ellos posteriormente vivificaron un poco la tradición de la tolerancia islámica y proporcionaron una oportunidad para la expansión de la cultura y la ciencia.

A lo largo del Renacimiento y de la Edad Moderna, en el cual Occidente tomó a manos llenas la herencia de la civilización islámica, el mundo del Islam —bajo los efectos de la inseguridad y su templada económica— se debilitó, como un guerrero fatigado por los efectos de una interminable guerra.

La nueva autoconciencia de los musulmanes se inició desde el tiempo en el que Napoleón Bonaparte llegó a la puerta del mundo del Islam, siguiendo la Compañía Francesa de las Indias Orientales, donde llegó acompañándolo la sombra de colonialismo occidental, tratando de influenciar tanto visible como invisible.

Si durante los dos siglos recientes una guerra similar a la Cruzada de forma invisible y moderna, ha puesto al territorio del Islam bajo una invasión de Occidente, utilizando las armas de las ciencias y la cultura, entonces, el Islam debe buscar en su pasado todos los elementos que le dieron luz y reubicarlos en una nueva estructura de la ciencia y la cultura, sin la ceguera que caracteriza a Occidente.

El antecedente de su civilización y cultura de mil años atrás, lo que ha jugado un rol impresionante en la historia humana, demuestra que esta obra, tarde o temprano le es viable.

En el pasado, también el empeño de los musulmanes por la investigación y la enseñanza de las ciencias y los conocimientos griegos, siríacos, pahlevies e hindúes, así como en la creación de los términos árabes expresados para esas ciencias y conocimientos, fue tan maravilloso que quedamos sorprendidos al observarlo. El historiador actual reconocerá, a pesar de estar orgulloso por los avances de su época, que aquel pasado islámico fue inmenso y ningún pueblo o nación ha podido crear algo semejante y la nación islámica logró hacerlo posible bajo un periodo de inspiración, vitalidad y optimismo.[17] Hoy día todo este pasado llena de esperanza a todo el territorio del Islam para que de nuevo se encienda ese fervor y emoción sagrada.

Bibliografía

Zarrinkub A., Bamdade Islam (Alba del Islam)

Guillaume A., Islam

Hitti. Ph. Kh., The Arabs, A Short History, 4th ed.

Sarton, Introduction, Vol. 1

Fuente: Los Aportes del Islam a la humanidad; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


[1] Para saber más al respecto, refiérase al capítulo XX de este libro.

[2] (P) o (PB) significan “la paz sea con él o ellos” y (la paz y bendición sean con él y su familia) respectivamente. (Nota del Traductor)

[3] ahl adh-dhimma o “los protegidos”. Son toda la Gente de la Escritura como cristianos, judíos, sabeos o como aquellos en el territorio islámico que tienen algún tipo de acuerdo con el gobierno islámico y así son protegidos por los musulmanes. (N. del T.)

[4] Zarrinkub A., Bamdad-e Islam (Alba del Islam), Ed 1. Pag.113

[5] Tisfun en persa y Al-Mada’in en árabe; capital antigua de Persia. (N. del T.)

[6] Jurasán, actualmente provincias en Noroeste de Irán. (N. del T.)

[7] Ma uara-un-nahr (lo que está detrás del río); situada en Uzbekistán actual. (N. del T.)

[8] Guillaume A., Islam, Pág. 29

[9] La Emigración del Profeta del Islam desde Meca a Medina es el principio del calendario hégira lunar (622 d. C.). (N. del T.)

[10] Ansar son de los medinenses que dieron la bienvenida a los musulmanes immmigrantes de Meca y siguieron y apoyaron al Profeta Muhammad (PB). (N. del T.)

[11] El cuarto califa según la escuela sunnita y el primer sucesor del Profeta del Islam y primer Imam inmaculado según la escuela shiita. (N. del T.)

[12] Jariyíes o jariyitas son una secta teológica extremista del Islam. (N. del T.)

[13] Hitti. Ph. Kh., The Arabs, A Short History, 4th ed., Pág. 84

[14] Cabe destacar que el escenario de estas cruzadas por parte de las potencias de Occidente no se ha modificado con el paso de los años. Además, en el motivo de los enfrentamientos sigue predominando el factor económico, ya sea controlando las rutas comerciales como en la antigüedad o ejerciendo el dominio del petróleo en esta era moderna.

El bloque agresor, a pesar de las sacudidas y cambios sociopolíticos de la historia, curiosamente continúa casi invariable: Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y España que al igual que Grecia sufre de las mordidas de la gran crisis económica. A este listado añadimos a Estados Unidos e Israel (establecido ilegalmente en territorios islámicos, zonas habitadas por palestinos desde hacía cientos de años), EUA el cual a pesar de ser un imperio relativamente joven, no ha podido evitar encontrarse desgastado por sus guerras de rapiña.

Dentro de las Cruzadas actuales podemos citar: Invasión de Israel al Líbano (primera guerra desde 1982 hasta su liberación a manos de la resistencia islámica de Líbano en el 2000 y el segundo ataque que duró treinta y tres días en julio del 2006 y acabó con la derrota de las fuerzas israelíes), la Guerra Impuesta a la República Islámica de Irán (1982) por las potencias Occidentales, las cuales se valieron del dinero de los dictadores árabes de aquellos días y particularmente del sanguinario Saddam Husain para concretar sus objetivos (aunque en esta guerra Occidente, así como sus lacayos, resultaron derrotados por las fuerzas liberadoras de los musulmanes iraníes). También cabe citar la Invasión de Estados Unidos a Afganistán (2001) así como a Iraq (2003). También ocurrió lo mismo en el caso de Libia (2011) solo que esta vez concertaron una “Alianza” (la OTAN) contra el ya debilitado Gadafi.

Dentro de esta amplia gama de agresiones podemos citar la indolencia y silencio cómplice de Occidente a la causa palestina y el bloqueo económico con el que intentan someter a la República Islámica de Irán, por la búsqueda de tecnología nuclear para su desarrollo civil, derecho del cual Occidente se considera dueño absoluto. (N. del T.)

[15] Nur ad-Din Zangi, (1118-1174) (N. del T.)

[16] Saladino, o Saladín (1138-1193) (N. del T.)

[17] Sarton, Introduction, Vol. 1, Pág. 523